En el año 250, durante el
reinado de Decio se desencadenó una violenta persecución contra los cristianos
en todo el Imperio romano. En ella, se produjeron mártires, lapsi, renegados
que apostaron para salvar la vida, y libetalici,
que lograron el libelo de haber sacrificado sin, en realidad, haberlo hecho. Al
terminar la persecución, San Cipriano redactó un tratado, que seguidamente
queremos comentar.