El papa Benedicto XVI se planteaba clara y abiertamente una cuestión clave al comienzo de su primera y programática Enciclica, Deus Caritas est: ¿Cómo puedo amar a un Dios a quien no veo? Evidentemente, la respuesta no se hace esperar y es el propio pontífice quien la responde haciéndonos caer en la cuenta de que Dios está ahí; en la belleza de la creación, en la bondad de las criaturas, en la eucaristía y en la misa, en la vida de la liturgia de la Iglesia, en los hechos de los santos, en el amor de los cristianos, en la sonrisa de un niño, en el amor de los enfermos.