Segunda entrega de las memorias de Alejandro Llano, catedrático de metafísica. Aparecen personajes y situaciones de distintos momentos de su vida, agrupados por temas: la universidad, su madre, la crisis de la Educación en España, sus maestros...
Este volumen es la segunda parte de las memorias del autor. Como no podía ser de otro modo, sigue las peripecias de su vida y ,al hilo de ellas, reflexiona con profundidad de filósofo sobre cuestiones actuales y permanentes del ser humano. Con precisión intelectual y vital analiza las situaciones y circunstancias que necesitan luz para ser interpretadas y valoradas. Siempre escribe con soltura, con espontaneidad, con respeto a las personas aunque señale actuaciones deficientes. La gracia y la sal están presentes en todo momento. La fe abre tantos horizontes al intelectual sin disminuir el rigor de su pensamiento.
Unos capítulos interesarán más a unos lectores que a otros, pero todos son interesantes. Señalaré sólo el título de algunos: Responsabilidad cívica (compromiso del que piensa en socialdemocracia de verdad); la representación y otros enigmas (más filosófico); en busca de la cultura perdida (no todos se atreven a decirlo ni tienen capacidad para sugerir soluciones); la innombrable (es la tesis, especial para universitarios); empresa y humanismo; maestros (ya quedan pocos); la funesta manía de educar (es su caso); en una democracia ficticia (patente sólo para unos pocos); en el umbral de las academias (el mundillo intelectual con sus grandezas y miserias); entre moral y política (tan escaso y siempre necesario); y acaba con ¿recobrará la universidad su alma? (no lo tenemos fácil). Libro recomendable para universitarios, profesores, intelectuales. Recomendaría una lectura general y luego volver sobre algunos capítulos a gusto del lector.
Delicioso texto, más próximo al ensayo que a las memorias. Se puede disfrutar sin haber leído Olor a yerba seca, la primera parte de esta peculiar autobiografía intelectual, pero como culminación de la primera entrega resulta clarificador.
Alejandro Llano y unos pocos más (entre los que no me atrevo a incluirme), piensan. Los demás, imaginamos... o, como mucho, intentamos pensar.
Llano cumple con los clásicos preceptos de naturalidad, claridad y precisión. Nos aproxima a la vez al Mundo (con mayúscula) y a su mundo interior. Recomendable para todos los públicos. Casi indispensable -no hay libros imprescindibles, salvo la Biblia- para todo el que se considere, de algún modo, universitario.
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Este volumen es la segunda parte de las memorias del autor. Como no podía ser de otro modo, sigue las peripecias de su vida y ,al hilo de ellas, reflexiona con profundidad de filósofo sobre cuestiones actuales y permanentes del ser humano. Con precisión intelectual y vital analiza las situaciones y circunstancias que necesitan luz para ser interpretadas y valoradas. Siempre escribe con soltura, con espontaneidad, con respeto a las personas aunque señale actuaciones deficientes. La gracia y la sal están presentes en todo momento. La fe abre tantos horizontes al intelectual sin disminuir el rigor de su pensamiento.
Unos capítulos interesarán más a unos lectores que a otros, pero todos son interesantes. Señalaré sólo el título de algunos: Responsabilidad cívica (compromiso del que piensa en socialdemocracia de verdad); la representación y otros enigmas (más filosófico); en busca de la cultura perdida (no todos se atreven a decirlo ni tienen capacidad para sugerir soluciones); la innombrable (es la tesis, especial para universitarios); empresa y humanismo; maestros (ya quedan pocos); la funesta manía de educar (es su caso); en una democracia ficticia (patente sólo para unos pocos); en el umbral de las academias (el mundillo intelectual con sus grandezas y miserias); entre moral y política (tan escaso y siempre necesario); y acaba con ¿recobrará la universidad su alma? (no lo tenemos fácil). Libro recomendable para universitarios, profesores, intelectuales. Recomendaría una lectura general y luego volver sobre algunos capítulos a gusto del lector.
Delicioso texto, más próximo al ensayo que a las memorias. Se puede disfrutar sin haber leído Olor a yerba seca, la primera parte de esta peculiar autobiografía intelectual, pero como culminación de la primera entrega resulta clarificador.
Alejandro Llano y unos pocos más (entre los que no me atrevo a incluirme), piensan. Los demás, imaginamos... o, como mucho, intentamos pensar.
Llano cumple con los clásicos preceptos de naturalidad, claridad y precisión. Nos aproxima a la vez al Mundo (con mayúscula) y a su mundo interior. Recomendable para todos los públicos. Casi indispensable -no hay libros imprescindibles, salvo la Biblia- para todo el que se considere, de algún modo, universitario.