Nosotros, los cristianos

En 1955, el autor publicó este ensayo, dirigido -en palabras suyas- a enjuiciar cristianamente la realidad temporal del país. En realidad Nosostros, los cristianos es tan aplicable a España como a cualquier otro lugar donde los católicos actúen en la vida pública.

Ediciones

Edición Editorial Páginas ISBN Observaciones
1955 Ediciones Rialp, S.A.
177
B00H3V811M

Biblioteca del Pensamiento Actual.

Valoración CDL
3
Valoración Socios
3
Average: 3 (1 vote)
Interpretación
  • No Recomendable
  • 1
  • En blanco
  • 2
  • Recomendable
  • 3
  • Muy Recomendable
  • 4

1 valoraciones

3

Comentarios

Imagen de enc

Habían transcurrido quince años desde el final de la Guerra Civil y diez de la Segunda Guerra Mundial cuando vió la luz este libro. En España había un régimen de partido único (o de ningún partido, que venía a ser lo mismo) integrado por los vencedores de la guerra. Los vencidos o habían muerto, o se habían exiliado, o estaban apartados de la vida pública del país. Se mantenía la ficción de que el futuro era claro, aunque era de todo menos eso. Mientras, en el exterior los dos bloques ideológicos y militares mantenían su propia guerra fría.

En ese contexto, las palabras de Florentino Pérez Embid quieren representar el pensamiento católico. El autor era en ese momento catedrático de universidad y ostentaba diversos cargos en el seno del Régimen. Es de suponer que tampoco gozaba de una libertad de expresión ilimitada, pero sí superior a la de cualquier otro ciudadano. Pérez-Embid era miembro del Opus Dei, institución católica fundada antes de la guerra por el sacerdote Josemaría Escrivá. El fundador había inculcado en los que le seguían el mensaje de la santificación en las tareas profesionales, el amor a la libertad y el respeto a los que piensan distinto. Es fácil detectar estos principios en el libro de Pérez Embid.

El autor comienza por un análisis de la situación de 1955. Señala el comunismo como el mayor enemigo de la libertad y la religión, mientras que en en el pensamiento occidental predomina el liberalismo ideológico. Por último, la mayoría de los católicos vivían ajenos a las cuestiones de tipo intelectual o eran críticos con su propia Iglesia. Pérez Embid distingue tres tipos de católicos: a) Los que viven empeñados en un enfrentamiento dialéctico contra los que no lo son. b) Los que defienden modelos de sociedad distintos a los que mantienen otros católicos. c) Los que se sienten interpelados por las cuestiones humanas básicas como la libertad, la justicia o los derechos humanos, unidos al Magisterio de la Iglesia (págs.118-119).

Pérez Embid recomienda el perdón, el olvido de las discrepancias y la superación del rencor (pág.126). Recordemos que aún se encontraba fresco el recuerdo de la guerra civil con sus cientos de millares de víctimas. Anima a los católicos a "eliminar la hostilidad, buscar acuerdos y concordancia en la acción" (pág.128). Solicita que se muestren unidos en la defensa de la familia, de la educación católica y los derechos de la Iglesia (pág.131). Concluye afirmando que el católico no debe ser anti-nada, sino un alegre constructor del mundo según la voluntad de Dios.

El autor señala como signos de falta de madurez moral el desinterés por la cosa común, el fraude fiscal, la crítica destructiva o sectaria, y los grupos de presión dirigidos a favorecer los intereses particulares (págs.106-107). Por su parte el poder político debe ser independiente, fuerte pero limitado, y dispuesto a recoger las aportaciones positivas de todos los sectores de la sociedad (pág.109). También rechaza el nacionalismo o su contrario, la uniformidad cultural y política. Opina que los partidos políticos -verdadero demonio para el régimen franquista- han demostrado ser dañinos para el pueblo y que desaparecerán con el tiempo.

Por último, el autor elabora distintas categorías entre los ciudadanos de acuerdo con su posicionamiento ante el hecho religioso: a) Los que se sitúan al margen de cualquier religión. b) Los que son católicos por tradición pero se preguntan para qué sirven la fe y la Iglesia. c) Los pesimistas y críticos dentro de la propia Iglesia. d) Los católicos sin adjetivos, que creen, rezan y esperan en Dios (pág.164). Parece claro que el autor se sitúa y desea situarnos en este último grupo.

No nos encontramos ante un libro sistemático, pero resulta interesante como muestra del espíritu que movía a algunos católicos que trabajaban dentro del franquismo, y contiene principios que todavía son de aplicación.