En el principio era el sentido

Dos entrevistas y dos textos del psiquiatra y humanista Viktor Frankl, creador de la Logoterapia. Esta técnica terapeútica busca superar el vacío existencial y la frustración del sujeto mediante la búsqueda del sentido de su vida.

Los textos llevan por título Sobre el poder de la obstinación de la mente y ¿Qué es la logoterapia?

Ediciones

Edición Editorial Páginas ISBN Observaciones
2022 Paidos
140
978-84-493-2982-1

Original alemán de 1982. Subtítulo: Reflexiones en torno al ser humano.

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En el principio era el sentido versa sobre la logoterapia, técnica terapeútica dirigida a curar en el sujeto el sentimiento de frustración y vacío existencial. Según el autor el veinte por ciento de las neurosis hacen referencia a la falta de sentido de la vida de los pacientes (pág.34).

El sentido de la vida del ser humano se mueve en tres niveles; el primero es el de la pura supervivencia: alimento, vestido, habitación y salud, una vez garantizada la supervivencia surge en el sujeto un deseo de disfrute; es el segundo nivel y en él la diversificación es máxima en función de las preferencias del sujeto, hay quien disfruta trabajando, quien vagueando, comiendo, consiguiendo dinero o viendo la televisión. El sentimiento de disfrute es elástico, hay quien no se cansaría nunca de trabajar o de ganar dinero, pero lo corriente es que, antes o después, el disfrute llegue a su límite y entonces surge la pregunta: ¿Qué valor tiene lo que hago?

También el dolor, la enfermedad o las contrariedades de la vida precipitan la pregunta sobre la existencia. Frankl afirma que de joven era introspectivo y se preguntaba sobre esta cuestión, pero como era judío, durante la Segunda Guerra Mundial fue llevado a un campo de exterminio y esta experiencia fue determinante; el autor sabía que su esposa e hija habían perecido, no obstante fue capaz de proyectarse hacia el futuro que deseaba, una vida con sentido, aunque él no sabía cómo y cuándo iba a producirse (pág.99).

Los suicidios abundaban en Auschwitz, hombres que no eran capaces de soportar el dolor. Hoy en día también han crecido, sobre todo en mayores de cincuenta años; la persona hace balance de su vida, se sinte frustrada y opta por desaparecer. El psiquiatra afirma que "el hombre modesto y sencillo casi siempre sabe qué caminos tomar para encontrar un sentido" (pág.112), y esto obedece a que el hombre modesto se mueve a través de los dos primeros niveles de supervivencia y disfrute, no pide más, y esos niveles son fáciles de alcanzar en nuestras sociedades occidentales. Para el autor, la causas del la falta de la falta de sentido de la vida son el materialismo, la pérdida de las tradiciones y los modelos equivocados.

El materialismo dice: "Arreglad vuestra situación económica y seréis felices" (pág.41), pero la realidad es que hay un gran número de suicidios que no van unidos a la situación socio-económica (pág.110). La desaparición de las tradiciones también puede dar lugar a la frustración y al vacío existencial; hace años el que había nacido en un pueblo presentía que haría allí su vida, el hijo del carpintero sabía que su futuro estaba en la carpintería y el que pertenecía a una familia católica aceptaba ser católico sin hacerse más preguntas. Esa continuidad existencial hoy ha desaparecido y se crean espectativas que pueden ser defraudadas. El último motivo para la frustración reside en la adopción de modelos de vida equivocados: no todos podemos ser millonarios, famosos ni esbeltos y entonces surge la frustración que, en ocasiones, se combate con las drogas, el alcohol, la criminalidad o el suicidio (pág.106).

La logoterapia utiliza el autodistanciamiento y la autotrascendencia; el autodistanciamiento consiste en evitar el pensamiento enfermizo y constante sobre uno mismo, la autotrascendencia lleva a fijarse objetivos fuera del sujeto por medio del trabajo y el amor (pág.45). El autor insiste en la libertad -consciente o inconsciente- que debe acompañar nuestros actos, su falta conduce al conformismo -hacer lo que todos hacen- o al totalitarismo -limitarse a cumplir órdenes- (pág.104), que finalmente pueden provocar la falta de aceptación y, en último extremo, la sensación subjetiva de desaparición de la voluntad (pág.96).

El interlocutor de Frankl tiende a identificar el sentido de la vida con la religión y la vida eterna, pero el psiquiatra le desengaña: "La religión no es una garantía frente a la dolencia neurótica e incluso psicótica" (pág.52); se habla de una neurosis eclesiógena provocada por una educación religiosa desacertada (pág.51). Tampoco la ciencia, la técnica, la economía o la mismas escuelas psicoterapeúticas garantizan el sentido de la vida y la felicidad consiguiente, se limitan a ser medios para una finalidad que es el sujeto quien debe determinar. La religión puede aclarar el sentido último de la existencia en la tierra, pero cada acto humano necesita estar dotado -reflexiva o irreflexivamente- de un sentido libre y responsable.

Concluye el autor afirmando que "el hombre está estructurado de tal modo que su vida es simplemente inconcebible si no tiene un sentido" (pág.110), y añade que "la autorrealización solo se consigue a través de la autoentrega y el autoolvido" (pág.128).

Para todo tipo de lectores. Leer artículo >>