La primera supernumeraria del Opus Dei de Sevilla, en 1951, contestaba a una carta en la que le comunicaban que, por fin, podría escribir la carta pidiendo la admisión en la Obra, con un grito alborozado y afirmaba estar “loca de emoción”. Una característica de la vocación es precisamente entender la importancia de dar gloria a Dios con el amor diario manifestado en constantes actos de libertad: rezar, trabajar, sonreír. La criatura humana verdaderamente sola hace una cosa: amar a Cristo vivo con locura de la mañana a la noche. Así murió Benedicto XVI.