El rico, soltero y quincuagenario William Whittlestaff, que se podría identificar con el propio autor, para mantener la promesa de cuidar a la hija de un amigo gravemente enfermo, cuando éste muere, acoge en su casa de Hampshire a la joven Mary Lawrie, de veinticinco años. La decisión la toma a pesar de la frontal oposición de la vieja ama de llaves, la señora Baggett. Esta supone, con toda la razón, que su amo terminará enamorándose de la chica. Y así es, llega un momento en que le pide la mano, sin tener en cuenta la diferencia de edad o los sentimientos de ella.