El judaísmo, al igual que el cristianismo, son religiones históricas que se basan en una intervención de Dios en el acontecer de los hombres. Por eso, el libro sagrado, la Biblia, no recoge sólo enseñanzas útiles a los hombres, sino también los hechos que Dios ha obrado. Palabras y acciones, se dice en la constitución "Dei Verbum" del Concilio Vaticano II, se iluminan mutuamente. De ahí la importancia que tiene, para estas religiones, el estudio de la arqueología.