Vivimos muy pegados a la Tierra, muy pendientes de nuestros problemas de cada día e, incluso, con una excesiva preocupación por lo que nos puede ocurrir en el futuro. Pero quizá nos falta la visión de Dios, o sea, la verificación de que Dios nos ha creado, nos ha redimido y está siempre pendiente de nosotros. Nos falta, quizá, visión de eternidad. Por lo tanto, podemos perder el sentido de nuestra vida. Nacemos y vivimos para ganarnos el cielo, para ser muy felices en la compañía de Dios y de nuestros seres queridos.