Condenado a muerte por los bolcheviques en 1922, el conde Aleksandr Ilich Rostov elude su trágico final por un inusitado giro del destino. Gracias a un poema subversivo escrito diez años antes, el comité revolucionario conmuta la pena máxima por un arresto domiciliario inaudito: el aristócrata deberá pasar el resto de sus días en el hotel Metropol, microcosmos de la sociedad rusa y conspicuo exponente del lujo y la decadencia que el nuevo régimen se ha propuesto erradicar. En esta curiosa historia se basa la segunda novela de Amor Towles, que después de recibir innumerables elogios por Normas de cortesía, su ópera prima, se consolida como uno de los escritores norteamericanos más interesantes del momento.
Erudito, refinado y caballeroso, Rostov es un cliente asiduo del legendario Metropol, situado a poca distancia del Kremlin y el Bolshói. Sin profesión conocida pese a estar ya en la treintena, se ha dedicado con auténtica pasión a los placeres de la lectura y de la buena mesa.
Ahora, en esta nueva y forzada tesitura, irá construyendo una apariencia de normalidad a través de los lazos afectivos con algunos de los variopintos personajes del hotel, lo que le permitirá descubrir los jugosos secretos que guardan sus aposentos. Así, a lo largo de más de tres décadas, el conde verá pasar la vida confinado tras los inmensos ventanales del Metropol mientras en el exterior se desarrolla uno de los períodos más turbulentos del país.
Edición | Editorial | Páginas | ISBN | Observaciones |
---|---|---|---|---|
2018 | Salamandra |
512 |
978-84-9838-898 |
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Novela bien escrita y muy
Novela bien escrita y muy interesante sobre un aristócrata ruso recluido en un hotel de por vida. Es un canto a la vida y a las pequeñas cosas que la hacen bella y que vale la pena, sobre todo la amistad y la familia. Además, ayuda a conocer la historia reciente de Rusia, sin centrarse en los aspectos duros. A pesar de ser extensa, disfrutas continuamente. Muy recomendable, sobre todo en épocas de confinamiento.
Una novela exquisita que
Una novela exquisita que tiene como protagonista a Alexander Ilich Rostov, el conde recluido durante décadas en el hotel Metropol de Moscú en la plaza del Teatro principalmente el Bolshói. Alexander es un agudo observador de la condición humana, es decir, de las personas que van pasando por el famoso hotel, algunos extranjeros, norteamericanos, italianos, y muchos rusos especialmente del Partido Comunista desde la revolución de 1917. El conde es condenado a muerte por los bolcheviques en 1922 pero la conmutan por esa reclusión en el Metropol, situado a poca distancia del Kremlin y del Bolshói. Será desplazado desde una suite al ático que será su hogar.
Algunos capítulos están llenos de pequeñas aventuras y de historias, como el titulado “Arqueología”, sobre su familia, padres y hermana, que vivían en Villa Holganza, con una veintena de habitaciones y muchos empleados de la mansión. Su trabajo de Rostov consistía en ser conde, culto, observador, sensible, irónico. Con un humo permanente que le lleva a mantener la distancia de una superioridad moral, relativa, pero comprensivo con la condición humana. Alexander es un hombre cultivado, agudo y algo cínico. Podría decirse que es un buen estoico, algo escéptico respecto a Dios y la religión aunque ciertamente respetuoso.
Otro buen capítulo es el titulado “Asamblea” en el que critica con agudeza a la nueva clase bolchevique que se reúne en el salón. Poder, sumisión, astucia, y aprovecharse del momento como buenos burgueses. Rusia era una grande y sola cola que daba la vuelta mil veces al país, como resumen de la carestía con el nuevo régimen. El comunismo derribó iglesias y estatuas, cambió el nombre de las calles, silenció a la prensa y a los intelectuales. Ante la colectivización obligatoria los ganaderos sacrificaron a escondidas catorce millones de cabezas de ganado.
Entre las personas que observa encuentra a una niña, Nina, curiosa investigadora que descubre a Alexander todas las rendijas del hotel. También a la actriz Anna Urbanová con la que intimará durante años. Pasan los años y aparece Sofía la hija de aquella Nina, a la que Alexander apadrinará y enseñará como un verdadero padre. Crecerá cuidada también por algunos empleados del hotel y se hará una pianista sensible con mucho esmero y cariño.
Sensibilidad es una buena palabra para adjetivar el tono de la novela, de los personajes principales, y de las relaciones entre ellos. Buen humor, amistades serias, como el triunvirato de empleados formado por el mismo Conde Rostov, Andréi, y Emile. Muestra la novela que todo cambia y todo sigue igual; sin embargo, no tiene una mirada cínica sino irónica, lleva una vida pausada y risueña, con algunos sobresaltos que traen emoción a los días. Con estas cualidades Alexander y los personajes más cercanos no tienen tiempo ni para aburrirse. Novela humana, y buena literatura que explica el éxito de esta obra.
Excelente novela en la que,
Excelente novela en la que, aprendes historia, sin saberlo.
A pesar de no ser una narrativa al uso, mantiene al lector desde la primera página con intriga y un gran interés por saber los acontecimientos que se desarrollarán con respecto al conde Rostov.
Con el punto de partida en la Rusia Bolchevique, la narración es seria y dinámica, detallando acciones y momentos de especial interés histórico y personal para el protagonista.
Una mirada a la Rusia de esos años, dónde encontramos dureza y ternura en una misma frase.
El conde Rostov, su vida, y
El conde Rostov, su vida, y la historia de Rusia siguen caminos paralelos. Un miembro de la nobleza de la corte del zar vive su infancia y juventud con el lujo propio de su clase. La revolución rusa de 1916, transformó completamente la sociedad rusa que pasó de ser mayoritariamente agrícola y rural, a estar compuesta por la extensa clase obrera y la clase dirigente. Los nobles fueron sistemáticamente excluidos: enviados a Siberia, expulsados de las grandes urbes o fusilados.
El conde Rostov fue también juzgado por los tribunales del pueblo. Pudo haber sido condenado a muerte a causa de su título, pero se le perdonó la vida atendiendo a unos versos que había publicado en los años de su juventud en los que parece identificarse con los ideales de la revolución. No obstante, se le excluye de la vida de Moscú confinándole de por vida a permanecer en el hotel Metropol de la capital rusa.
Es el personaje del conde Rostov el centro de la deliciosa novela. Un hombre de exquisita educación y de atrayente personalidad que sabe descender en la escala social e integrarse en la clase trabajadora como camarero primero y jefe de sala después y, desde esa posición mantener estrecho contacto, no solo con el personal del hotel, sino también, con una serie de personalidades decisivas en la vida de Moscú y en la de toda Rusia.
El hotel Metropol, situado frente al Kremlin, es el hervidero de los enviados de la prensa internacional, testigos de los giros de la política comunista y el conde Rostov, hombre conocedor de las principales urbes del mundo, se relaciona con ellos de igual a igual.
Amor Towles no descuida lo personal en las relaciones del conde Rostov: la amistad entre el chef Émile, el jefe de camareros y el conde entreteje la solución de la trama. En lo personal también, el amor: Ana, la mujer sauce, esbelta, bella y un poco mundana. Y la devoción del conde por la infancia que le lleva a compartir juegos con una niña del hotel, Nina, experimentos con la adolescente en la que se convierte Nina y más tarde, aceptar el cuidado de la hija de paternidad dudosa, Sofía, que Nina le entrega en el hotel.
Amor Towles crea un gran concierto en el que encajan imperceptiblemente todos y cada uno de los personajes, sus personalidades, y sus habilidades. Así construye la trama y encuentra la solución que no podía ser otra que el triunfo de los ideales de libertad y solidaridad.
Amor Towles desgrana a lo largo de estas quinientas nueve páginas referencias a la literatura rusa, alude a personajes y situaciones que solo conoce quien se ha internado en sus páginas. Cierto que hay otras referencias a las literaturas europeas, a la música clásica, al cine…
El hotel Metropol se convierte en un universo de sabores, olores, sonidos, desde el que Rusia nos parece más cercana. Una Rusia que sufre la imposición del régimen comunista pero que desea superarse e integrarse en lo europeo, tal vez, por qué no, en lo occidental.
El autor juega con los títulos de los capítulos que caprichosamente comienzan por la misma letra. Un juego que nos recuerda la sucesión de cerraduras de las habitaciones del hotel de las que el conde Rostov tiene la llave maestra que Nina le entrega cuando abandona su infancia. El conde necesitará continuar con el juego para superar su confinamiento y no perder su identidad.
Esta encantadora novela está
Esta encantadora novela está ambientada en un solo lugar, el Gran Hotel Metropol en Moscú. Este compendio del lujo y el refinamiento sobrevive a la revolución y a las Guerras Mundiales y se convierte en un curioso centro de reunión de extranjeros y de miembros del partido en el centro mismo de la capital rusa, junto al Bolshoi y el Kremlin.
El conde Aleksandr Illich Rostov, condenado a muerte por los bolcheviques en 1922, logra salvar la vida gracias a un poema subversivo publicado con su nombre unos años atrás. La pena capital es conmutada por arresto domiciliario en una habitación de servicio del hotel en donde residía anteriormente. El simpático aristócrata, representante de un estrato social desaparecido, conserva en todo momento sus modales de gentleman y su buen humor, y reside durante más de 3 décadas en el hotel, siendo testigo y artífice de su mutación.
Escrita en un ritmo pausado, y sembrada de personajes originales como el Chef Emile, el Maitre y la joven Sofia, hija de una convencida comunista desaparecida en los años del hambre posteriores a la revolución, nos presenta un lado curioso e interesante de la historia de Rusia previa a la guerra fría. Aunque el texto es un poco largo, se lee con gusto y no decepciona en su final.
De los comienzos más
De los comienzos más originales que recuerdo. Y luego la descripción de la cultura rusa desde los años 20, los personajes, las historias vividas por el protagonista, así como su proceso de maduración personal. Toda la obra revestida de un tono de humor que se agradece en una novela no precisamente corta.
Sugerente, una historia de
Me hablaron, en pocas palabras, del argumento de este libro. Si no hubiera sido porque ya había oído varias opiniones muy positivas, no lo hubiera leído. Porque el contenido me parecía demasiado forzado para escribir una novela de quinientas páginas. Pero la realidad es que la novela engancha en todo momento; el protagonista, el conde, recluido de por vida en su hotel, se hace amable y atrayente, aún cuando pueda parecer en algún momento un poco histriónico. Los demás personajes que van apareciendo, los trabajadores más cercanos del hotel y los que terminarán siendo de hecho su familia, son atrayentes, amables. Y la historia -en un principio un tanto absurda- termina apareciendo creíble… en una novela, claro. Entretenido, creo que cuando se conoce ya suficientemente al personaje ya no dejas el libro, bien escrito, y con un planteamiento histórico político de interés, se entiende que haya tenido éxito y no deja duda de que el autor ha construido una historia ciertamente original.
Sugerente, una historia de confrontación de dos modos de vida, con crítica para las dos partes, pero sobre todo para el sistema marxista. Amena e incluso divertida en algunos momentos. Leer atículo 1 >>, leer artículo 2 >>
Buena novela, bien escrita y
Buena novela, bien escrita y bien estructurada. Los hechos transcurren en un hotel de Moscú, salvo el final, y, sin embargo, el autor, con sus descripciones, con un buen cúmulo de personajes variopintos y con algunas sorpresas que cogen al lector desprevenido, logra que ni el interés ni el ritmo decaigan, Además, es un recorrido por la evolución de Rusia, desde la Revolución bolchevique hasta la Guerra Fría, y una crítica inteligente del sistema. También ofrece un buen alarde de detalles gastronómicos.
Estupenda novela. De lo mejor
Estupenda novela. De lo mejor que se ha publicado últimamente. Con fina ironía, ingenio y mucho humor, Amor Towles nos traslada a la Rusia de la primera mitad del siglo XX de la mano del conde Aleksandr Ilich Rostov, un aristócrata al que el Comité de emergencia del comisariado político de asuntos internos conmuta la pena máxima a condición de tener que vivir encerrado, el resto de su vida, en el lujoso hotel Metropol, ubicado entre la Plaza Roja y el Teatro Bolshói; “si vuelve a poner un pie fuera del Metropol, será ejecutado”, le advierten antes de ser conducido hasta allí. La razón de tan “benévola” decisión la encontramos en un poema atribuido al conde, escrito en los años posteriores a la fallida revolución de mil novecientos cinco, y por el que algunos miembros de los estamentos superiores del Partido lo consideran uno de los héroes de la causa prerrevolucionaria, aunque posteriormente hubiese “sucumbido irrevocablemente a las corrupciones de los de su clase”, representando, por ello, en 1922, una amenaza para los mismos ideales que antaño supuestamente había defendido.
Desde ese momento la historia toma como escenario el hotel Metropol, adoptando un tono que recuerda al de las antiguas comedias de enredo; aunque, como se descubre a medida que avanza el relato, sea mucho más que eso. Dado que la novela transcurre a lo largo de más de treinta años, la duda que sus primeros capítulos le pueden suscitar al lector es si Towles podrá mantener ese tono cuando haya de enfrentarse a la represión y la campaña de terror sin precedentes desatada en la Unión Soviética al final de la década de 1930, y en concreto entre 1937 y 1938, durante la llamada Gran Purga o Gran Terror, pero lo cierto es que lo logra y con admirable maestría.
Dos son los consejos que daría el conde a quien se los pidiese. El primero, que si uno no domina sus circunstancias, se expone a que las circunstancias lo dominen a él y el segundo, que la señal más clara de sabiduría es la alegría constante. Consejos que, de forma concienzuda, lleva a la práctica a lo largo de las más de quinientas páginas de la novela. El conde se sobrepone con garbo a las condiciones de vida que se le imponen. La amistad, el amor a la cultura, la entrega a los demás, el desasimiento de todo lo material le ayudan a sobrellevar los años de ese peculiar arresto domiciliario, hasta el punto de que lo que en principio podría haber conducido a cualquier otro a la más absoluta desesperación, a él, sin embargo, lo convierte, como le dijo su amigo Mishka, en el hombre más afortunado de toda Rusia.
Plagada de referencias a la mejor literatura rusa, a la música y al cine clásico (qué presente está Casablanca en los últimos capítulos…), y con unos secundarios que tanto nos recuerdan a los de Dickens, la novela es un canto de amor a la cultura, a la amistad, a los pequeños detalles de cada día, que se convierten para quien sabe valorarlos en pequeños placeres. Y es, por encima de todo, un canto de amor a la libertad, asentado sobre la base de que podrá llegar quien te prive de cuanto tienes e incluso te recluya de por vida entre cuatro paredes, pero que ni en las circunstancias más adversas, nunca nadie podrá arrebatarte, si tú no lo consientes, ese enorme espacio de libertad que todos atesoramos en nuestro interior.
Una narración agil y profunda
Una narración agil y profunda con un alto contenido irónco e inteligente que te mantiene con interés a pesar de su medio millar de páginas. Un aristócrata ruso, Alexander Roscov, vuelve a su país desde Paris cuando ya está instaurada la revolución. Se instala en el hotel más cosmopolita que hay, el Metropol y a los cinco años lo detienen y lo someten a juicio. Debido a un poema revolucionario que escribió no lo condenan a muerte sino a permanecer recluido de por vida en el hotel en una pequeña habitación. A partir de ahí suceden numerosos acontecimientos, anécdotas y aparece una larga galería de personajes que de diversos modos van recreando la vida de Rusia en esos años. Siempre bajo la miradad de un auténtico caballero de la nobleza. Se conjugan la comedia, el drama e incluso la accción con un final que no desmerece en nada todo el relato.