Después de leer el libro "Escritores conversos" de Joseph Pearce
(Palabra, 2006) uno se pregunta: ¿Por qué nadie me lo dijo? ¿Por qué nadie nos
advirtió, hasta que llegó el querido Benedicto XVI, que el mayor enemigo de la
religión hoy era el relativismo ideológico, teológico y moral? ¿No se podían
haber evitado muchos dolores, muchas defecciones, si se hubiera conocido desde
el principio el enemigo contra el que había que luchar? Y por último, ¿por qué
surgieron precisamente en Gran Bretaña unos creyentes sólidos, que encontraron