La misión confiada por Dios a San Josemaría al fundar el
Opus Dei no se limitaba a recordar a los cristianos que debían trabajar y
rezar, iba más allá: ser contemplativos en medio del mundo. Es decir, entretenerse
en un diálogo íntimo con Dios mientras, juntos, realizan el conjunto de las
acciones que componen la vida corriente de un cristiano.