Desde el año 313, en que la Iglesia obtuvo finalmente carta de naturaleza ante las autoridades romana y cesaron, por tanto, las persecuciones abiertas que se habían llevado a cabo contra ella durante siglos, comenzaron tiempos de una se variable relación con el poder civil, pues unas veces transcurrían épocas de cordial entendimiento, que han quedado reflejadas en la famosa frase de la “unión del trono y del altar “ y otras veces, por el contrario, como en Canosa o en Paris con Napoleón, fueron de relaciones tensas, o muy tensas e, incluso, de abierta persecución como las disputas del rey Felipe de Francia contra Bonifacio VIII.