Sucede a menudo que un amigo, un pariente, un librero, un colega nos anima a leer determinada obra porque le ha gustado y solemos fiarnos, sobre todo cuando se trata de lectores asiduos. Pero puede ocurrir también que el reclamo lo encontremos en la lectura. El Danubio de Claudio Magris, por ejemplo, me puso en contacto con un buen número de escritores y de obras que de otro modo quizá no habría conocido. Lo mismo me pasó, hace ya bastantes años, al leer Grandes figuras de la literatura universal y otros ensayos de Luka Brajnovic. Antes del verano, se produjo algo parecido al leer Memorias del estanque de Antonio Colinas. Más recientemente aún, he encontrado una pista en Últimas conversaciones con Benedicto XVI de Peter Seewald. Al hablar el papa emérito de su afición a la música, a la literatura y a otras manifestaciones culturales, recuerda que asistió en la posguerra a una representación de El General del Diablo de Carl Zucmayer (1896-1977).