El crítico ideal sería aquel que fuera capaz de leer todos los libros que se publican, lo cual resulta imposible evidentemente, pues solo en España se editan más de cincuenta mil al año. Por lo tanto, cualquier crítico está sometido a múltiples presiones y condicionamientos: a las decisiones de quienes marcan las pautas de la empresa mediática o cultural para la que trabaja; a la publicidad, influencia e incluso a los intentos de coacción ejercidos por las editoriales, que se dan a veces; a los canales de información sobre libros de que disponga, a las librerías que frecuente y también a los favores que le pidan autores amigos… E indudablemente a sus propias limitaciones, porque nadie puede saber ni opinar acerca de todo ni dispone de tiempo para lograrlo.