Ya hace unos años recordaba Benedicto XVI el problema de la desconfianza en la Iglesia derivado de nuestros errores y algunos de consideración: “la Iglesia se encuentra degradada a causa de todos los fracasos humanos, pero también, por otra, en ella se conserva y permanece operante lo que, donado por Dios, confiere esperanza y salvación al ser humano. Así, pues, la Iglesia sería, por su esencia, «paradójica», ambivalente, mixtura de fracaso y bendición”.