Desde que vio la luz en España la primera edición en castellano de la famosa novela titulada “La joven de la perla” (Tracy Chevalier, ed. Tusquets, Barcelona 1995, 225 pp.), en la que aprendimos a valorar en su justa medida la categoría intelectual y visual de la pintura de Johannes Vermeer en 1665 y, con él, de toda una etapa de la historia de arte y de la cultura, las obras sobre la pintura holandesa del período y, sobre todo, de la situación política, económica, religiosa y cultural de los Países Bajos no ha hecho sino aumentar.