Hace muchos años leí un pequeño trabajo del entonces cardenal Arzobispo de Sevilla mi querido amigo Carlos Amigo Vallejo, cuyo título era un expresivo texto de los Salmos: “El trato con Dios no tiene amargura”. Efectivamente, el trato con Dios no tiene amargura, es más, como afirma otro de los salmos de David: “gustad y ved qué bueno es el Señor”.