La culminación de la Revolución francesa y la vuelta a la normalidad, con la restauración monárquica y el regreso a la vida corriente, al calendario gregoriano, a la vida de fe y práctica de sacramentos, a la campana de la iglesia y la celebración de las fiestas, a la educación de los niños en la tradición francesa y en la vida familiar y social, ocupó un periodo de tiempo, largo, calmado importante, que dio pie a muchas reflexiones y revisiones.