El pasado treinta y uno de julio, se cumplieron siete años del fallecimiento de Pedro Antonio Urbina. Para mí, y pienso que para todos los que lo conocimos, la amistad con él ha sido un don. Es un regalo la lectura de sus libros, tanto las novelas y relatos como los poemarios y los ensayos. Pienso que el tiempo hará justicia con su obra, muy personal, de una altísima hondura y de gran belleza. Pienso que Cena desnuda, Gorrión solitario en el tejado, Filocalía, La otra gente, Los doce cantos, Estaciones cotidianas, Hojas y sombras, por citar algunos títulos, o el relato Carta al presidente del Comité Olímpico Internacional –publicado póstumamente y que para mí es uno de los mejores que se han escrito en castellano– figuran entre la literatura contemporánea española que merece la pena leer.