Hace ya algunos años, el portero del inmueble en el que vive un amigo mío, sufrió un ictus cerebral que lo dejó hemipléjico. Era una persona amable, bastante joven aún, trabajadora, sonriente. Los vecinos decidieron que él y su esposa siguieran viviendo allí y que ella se ocupara de atender la portería. He sido testigo desde entonces del trabajo de esta mujer, siempre atenta, siempre en su sitio, siempre con una sonrisa y sin dejar, además, de atender a su marido que, gracias a los médicos y al cariño y a los cuidados de su esposa, se ha recuperado un poco y va saliendo adelante a pesar de las secuelas de la enfermedad.