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La auténtica alegría

En realidad, la alegría del cristiano no necesita de la Pascua. Incluso podemos afirmar que la Pascua no devuelve la alegría a quien la ha perdido. Quizá lo más que podemos decir es que este tiempo de Pascua nos ayuda a hacer una reflexión. ¿Hay verdaderamente alegría en mi vida? ¿Depende mi alegría de acontecimientos externos o de circunstancias personales más o menos adversas?

La perspectiva de la enfermedad

No es fácil que vivamos conscientes de que puede llegar una enfermedad, incluso una enfermedad grave. La perspectiva de la muerte es de gran utilidad para la vida, porque vivimos bien si tenemos presente lo que significa morir bien. En la misma línea, la posibilidad de una enfermedad no es pesimismo o cobardía, sino realismo que nos ayuda a vivir en el día a día.

Mi vecino el suicida

Lo encontré el otro día paseando por nuestra calle, que tiene unos árboles muy bonitos en estos días de primavera. Con su bastón, despacio, porque está muy gordo y debe tener una cadera algo mal. Cara de bonachón y aire tranquilo. Dicen que ha tenido varios intentos de suicidio. Una vez se asomó a su ventana del octavo a la calle, con la suerte de que lo vio algún viandante que adivinó sus intenciones. Llamaron al 112 y rápidamente hubo quien le volvió a casa. Y uno piensa, menuda depresión debía tener en ese momento el pobre.

La hija de la española

Es el título de la novela escrita por Karina Sainz Borgo, periodista venezolana. Describe la situación de Venezuela de estos momentos trágicos. De la autora sabemos que es periodista, pero, por lo que ha escrito, es de suponer que vive en España. En su patria estaría en verdadero peligro de accidente misterioso, de prisión con torturas, o qué se yo. La verdad es que la distancia siempre nos deja con la duda de cómo son las cosas.

En conciencia

El alemán Ferdinand von Schirach escribe de nuevo, esta vez en formato teatro, una obra de gran interés social. El desarrollo de la historia es un juicio donde se imputa a un piloto de caza el asesinato de todos y cada uno de los pasajeros de un avión de línea, al disparar para evitar que un secuestrador islámico lo estrellara contra un estadio repleto de espectadores. Lo que ha hecho, convencido de haber realizado una buena causa, va totalmente en contra de las leyes del estado alemán, pero él, en conciencia, consideraba que debía actuar así.

Vaciedad islámica

Me lo recomendaron, más de una persona, y puse los medios para leerlo, aunque tengo bastantes apuros para enfrentarme a libros largos. Se titula “El libro de mi destino” y el título dice más de lo que yo habría podido imaginar antes de leerlo. La historia que refleja las múltiples dificultades que atraviesa una mujer persa en los cambios de régimen desde el sha hasta el ayatolá, terminando en guerra con Irak, está descrita de manera que parece que ella tiene un destino terrible del que no puede salir.

Mascotas

La decadencia de Occidente. Me parece que uno de los síntomas más claros del hundimiento moral de nuestra sociedad es el fenómeno de las mascotas. Que haya tantas personas que dediquen tiempo y dinero a un animal, simplemente porque les hace compañía, me parece una aberración.

En el mar hay cocodrilos

Es el título de una historia fascinante escrita por Fabio Geda, periodista y escritor italiano, al dictado del protagonista, Enaiatollah Akbari, un chaval afgano que tiene que huir de su país amenazado de muerte por los talibanes, que quieren vengarse de su padre. A los 10 años su madre lo abandona en un pueblo de Pakistán, sin previo aviso, porque ella sabía que la única forma de salvar su vida era buscársela él en otros lugares.

Juicio temerario

Cuantas veces nos habrán recordado, personas bien intencionadas, que es muy peligroso juzgar. Incluso habremos oído más de una vez que “solo Dios juzga”. Lo entendemos y nos lo creemos, pero a la mínima de cambio estamos cayendo en la difamación. Qué fácil es dejar mal a alguien, y casi siempre es de modo injusto, sin datos suficientes.

Diálogo

Es cada vez más común encontrar gente hablando sola por la calle. Ya, ya sé que se supone que habla con alguien a través del pinganillo, pero yo lo que veo es tontos que hablan solos. Si al menos se les viera notoriamente el artefacto de comunicación… Pero muchas veces ves a alguien gesticulando de modo desmedido y hablando en voz muy alta, como si quisiera que yo me enterara del enfado -si dijera “cabreo” se marcaría mejor la gravedad, pero no me gusta- del enfado tan grande que tiene con su jefe o con su hermano. Quizá lo peor es cuando habla ella con su madre, porque entonces hablan de los defectos del marido.

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