La vida de todos y cada uno de los santos que ha habido en la historia de la Iglesia universal se podría resumir en aquellas palabras de san Pablo a los Gálatas: “Ya no soy yo el que vive, sino que es Cristo quien vive en mí!” (Gal 2, 20). Es decir, la plena identificación de los hijos en el Hijo. Así mismo, el camino de la identificación con Jesucristo que han llevado adelante todos los santos, implicaba la propia identificación de Dios Hijo con Dios Padre, al hacer suyas aquellas otras palabras de la Escritura: “mi alimento es hacer la voluntad del que me ha enviado y dar cumplimiento a su Obra” (Io 4, 34).