La poesía no es una vía de escape de la realidad, algo ajeno al vivir cotidiano o propio de personas que navegan en un mundo aparte, sino todo lo contrario. La buena poesía se adelanta muchas veces en la comprensión del hombre y sus vicisitudes o, por lo menos, aporta luces, con ese saber iluminador en el que intuición, reflexión y canto se armonizan. Recuerdo que, hace bastantes años, el filósofo Antonio Millán Puelles, ya fallecido, me comentó que, a veces, un solo verso resumía maravillosamente una idea filosófica que necesitaba una larga argumentación para ser expresada. Como me comentaba a menudo un amigo mío también fallecido, ¿se puede decir más con menos palabras, cuando leemos en las Coplas manriqueñas: En la su villa de Ocaña // vino la muerte a llamar // a su puerta?