Admiro profundamente a los profesores de Religión. Conozco a muchos y veo, me doy cuenta perfectamente, el gran bien que hacen entre la juventud, desde la Educación Infantil hasta el Bachillerato. Se me cae la baba con las cosas que me cuentan -algunos han sido mis alumnos en la carrera-, sus luchas, sus alegrías. Viendo lo que van consiguiendo con tantos chicos y chicas, de diversas edades, me reafirmo siempre en que no hay profesión más importante. Les enseñan a sus alumnos la fe verdadera, les ayudan a conocer a Jesucristo, les acercan a los sacramentos. ¿Hay algo más importante en la vida de las personas?