El carnaval solo tiene sentido históricamente por la Cuaresma y para la Cuaresma. Aunque sea de por sí una exageración, una costumbre antigua, con un planteamiento escasamente cristiano, en todo caso era una preparación, una despedida del folklore, de la diversión, sabiendo que luego venía la penitencia, la expiación, el tiempo de oración y, por lo tanto, de más recogimiento.