En estos días hemos asistido impávidos, asombrados y desconcertados a un acontecimiento único: un grupo de indocumentados perfectamente coordinados, en diversas partes del mundo y a la vez, indudablemente, recibiendo instrucciones de los de toda la vida, se han dedicado, como una moda cultural, a destruir estatuas de Colón o de Fray Junípero Serra, al grito de racistas.