Decía un gran historiador, José María Sesé, un hombre lleno de sentido común, que “España es como el rey midas, todo lo que toca entra en decadencia”. Y para ilustrarlo mostraba el ejemplo de las tres monedas de oro, con las que los sucesivos monarcas españoles fueron guardando veneración a los sucesivos Romanos Pontífices. La primera, la enviada por Felipe II, era de oro del Perú y maciza. La segunda, ya era mitad oro y mitad plomo y había sido entregada por Felipe III y, finalmente, la cuarta, remitida durante el reinado de Felipe IV, marcaba el momento más bajo, pues era sencillamente una moneda completa de plomo recubierta con una más que vulgar chapita de oro.