No sé qué sentido tiene que alguien con una fe bajo mínimos, sin apenas formación cristiana y sin intención tan ni siquiera de ir a misa los domingos, hable, sin embargo, del infierno con una seguridad apabullante. Lo más típico en estos casos es que se diga, “es posible que exista, pero allí no hay nadie”. No aman a Dios ni tienen interés por las cosas de la religión, pero seguramente en el fondo del alma hay una aprensión, un miedo. ¿Y si hubiera algo de eso? Entonces, en su simpleza, se inclinan por “si hubiera Dios, tiene que ser misericordioso”, y a seguir con sus desvaríos.