En conversaciones o en tertulias con amigos lectores, nos preguntamos a veces sobre los motivos que nos llevan a elegir determinado libro y a rechazar otros. Influyen sin duda la formación cultural y profesional, el ambiente en el que nos movemos, nuestros gustos y afinidades, el consejo de alguien que nos merece confianza, una reseña en la prensa…; motivos que cada uno podrá descubrir y analizar. Pero, en ocasiones, lo que nos mueve a determinada elección son cuestiones más subjetivas e incluso poco razonables o más bien absurdas. Considero a Luis Rosales, por poner un ejemplo, un gran poeta y he leído casi todos sus libros, pero de entrada lo que me atrajo fue el nombre, no sé por qué. Con Herman Heese, me ha ocurrido lo contrario y no he leído nada de él hasta la fecha. En otras ocasiones, ha sido el título o simplemente la portada lo que ha servido de reclamo.