Hace pocos días, en los pasillos de la universidad, vi a cuatro alumnas formando un estrecho corro, cabezas agachadas, como si se estuvieran contando un secreto muy íntimo, como si quisieran mantenerse al margen de los demás alumnos y profesores que se cruzaban en el mismo lugar. Pero al acercarme me di cuenta de que estaban cada una con su móvil, las cuatro muy juntas, pero cada uno en lo suyo.