Como es bien sabido, los últimos meses de la vida del fecundo ensayista y escritor austriaco, Stefan Zweig (1881-1942), transcurrieron en Brasil tan lejos de su tierra, de sus amigos y de sus libros, dentro de un clima de forzado exilio, al otro lado del océano Atlántico. Teóricamente, vivía tranquilo en un clima de paz y serenidad, después de haber sobrevivido a la segunda guerra mundial que asolaba Europa y destruía siglos de civilización. En realidad, desde antes de aquella penosa huida, la salud mental del escritor ya había sufrido una gran pérdida y, precisamente, los acontecimientos de la guerra y la profunda crisis de la sociedad occidental, le sumieron en una quiebra existencial, religiosa y humana de la que no logró salir.