Una buena biblioteca suele ofrecer abundantes sorpresas, es como el cofre de un tesoro. Cuando elijo un libro, me gusta mirar, en la ficha de registro correspondiente, en qué fecha lo sacó el lector que me ha precedido. Unas veces, han pasado pocas semanas; otras, en cambio, muchos meses o incluso años. Y se ha dado también el caso de que la cartulina estuviera en blanco y resultara que uno iba de estreno. Me dan cierta pena esos volúmenes que no elije nadie, pero mientras estén en su sitio siempre cabe la posibilidad de que algún día llegue una mano acariciadora y… Me gusta pensar en esos lectores desconocidos con los que me une misteriosamente el interés por determinado libro. ¡Cómo me agradaría saber quiénes son, ver su rostro, conocer algo de su vida, cambiar impresiones sobre nuestros gustos, nuestras ideas…!