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Arámburu y las palabras

Fernando Arámburu, poeta y novelista, Premio Nacional de Literatura en 2017, nació en San Sebastián en 1959. Cursó filología hispánica en la Universidad de Zaragoza y en 1985 se trasladó a Alemania donde reside desde entonces.

Roma y Cartago

En “El hombre eterno” Chesterton dedica un capítulo al enfrentamiento que tuvo lugar, varios siglos antes de nuestra era, entre las ciudades de Roma y Cartago. Al leerla he pensado en Cataluña y España. Si aquellas ciudades no fueron capaces de convivir en un mismo mar, hoy se pone en duda que las segundas puedan hacerlo en una misma península.

¿Qué es una nación?

 

En el opúsculo "¿Qué es una nación?", Renan niega que la raza, la religión, la geografía e incluso los intereses comunes basten para fundamentar una nación. Tampoco la lengua: "La lengua invita a reunirse, pero no fuerza a ello" (pág.29). "Malos modos son estos- dirá en otro lugar- de agarrar por el cuello a las personas y decirles: Hablas la misma lengua que nosotros, luego nos perteneces. El hombre no pertenece ni a su lengua ni a su raza; no pertenece más que a sí mismo, pues es un ser libre, un ser moral" (Discours et Conférences).

Prisionero de los libros

 

Copio algunos párrafos que dedica José Martínez Ruíz (Azorín) a un interlocutor ya desaparecido, el cura párroco de Riofrío de Ávila, que en 1791 había publicado unas reflexiones (¡en dos volúmenes!) sobre su estancia en ese pueblecito:

Una democracia personalista

 

En plena guerra mundial Maritain somete a crítica las ideologías dominantes y trata de formular un concepto cristiano de democracia que denomina humanismo cristiano o democracia personalista. Señala cómo los totalitarismos ponen al Estado por encima de la persona, siendo así que ésta es anterior a aquel (pág.122).

Pesimistas

 

En Un andar solitario entre la gente, Antonio Muñoz Molina se muestra pesimista en todo su esplendor: "Una botella de vidrio -se lamenta- puede tardar en degradarse hasta cuatro milenios".

- Afortunadamente -respondería un arqueólogo.

El negativismo no es un fenómeno de hoy. Podemos imaginar al cascarrabias de Diógenes, advirtiendo a los alfareros griegos que las jarras, platos y vasos que fabricaban tardarían más de doscientos años en volver a volver a convertirse en tierra.

El vicio de la lectura

 

La obra de Edith Wharton "El arte de la ficción" consta de seis ensayos relativamente relacionados entre sí. Si los dos primeros (Generalidades y Cómo contar un relato) me han resultado difíciles de seguir, los siguientes (Construir una novela, Personaje y situación en la novela, Marcel Proust) me han resultado incomprensibles. La autora se mueve en un nivel profesoral, para especialistas. Quien no haya leído y releido como ella a los grandes novelistas no puede hacerse idea de lo que nos está explicando.

Novelas, relatos y otros

Al abordar el ensayo de la novelista Edith Warton sobre "Cómo contar un relato", comenzaré por decir que no me convence el título. En lengua castellana y desde el punto de vista del escritor un relato se puede escribir, construir, abordar o armar. Contar parece que va más unido al cuento ("contar un cuento"), a la historia ("contar una historia"), y, en todo caso, a algo breve y de transmisión oral ("contar un chiste o una anécdota"). Utilizar como sinónimos, como hará Wharton, relato y cuento, o como se ha hecho muchas veces, novela corta y cuento, me parece algo forzado.

Murakami y la vocación del escritor

A lo largo de once capítulos y un epílogo el autor nos habla sobre su trabajo como novelista:

¿En qué consiste escribir? Consiste en "traducir en frases algunas imágenes que había dentro de mí" (pág.239). Para Murakami el escritor no necesita ser inteligente pero sí constante, un lector incansable y muy observador: "Adquirir el hábito de observar en todos sus detalles los fenómenos y acontecimientos que tienen lugar delante de nuestros ojos" (pág.113).

Leer en familia

 

1. Escójase un libro que estimule de algún modo a su lectura. Leer en voz alta es simplemente compartir una cosa
placentera con alguien a quien se quiere. La lectura de un libro que nos es
indiferente y la cual se hace sólo como deber no impresionará a nadie y nos
aburrirá a nosotros.

2. No se haga de ello una prueba de resistencia. Ningún libro necesita ser leído obstinadamente desde
el principio hasta el fin. Escójanse trozos de él si se quiere. Experiméntese
con varios libros diferentes al mismo tiempo.

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