Uno de los momentos más importantes del libro de Benedicto XVI, Jesús de Nazaret, es la narración de la escena de Jesucristo entrando en las aguas del Jordán para ser bautizado por san Juan Bautista. Ese momento histórico es de tal significado que contemporáneamente ocurrió una de las pocas teofanías que recoge el Nuevo Testamento. En efecto, el Espíritu Santo descendió en forma de paloma y se escuchó nítidamente la voz del Padre: “Jesús, habiendo sido bautizado, estaba en oración, sucedió que se abrió el cielo, [22] y bajó el Espíritu Santo sobre él en forma corporal, como una paloma, y se oyó una voz que venía del cielo: Tú eres mi Hijo, el Amado, en ti me he complacido” (Lc 3, 21-22).