Todavía resuenan en los oídos de los historiadores actuales las falsas acusaciones del historiador británico Edward Gibbon (1737-1794) contra el cristianismo acusándole de influir decisivamente en la caída del Imperio Romano por diversos motivos: la pérdida de la unidad del imperio al negarse a adorar al emperador como dios, poner los intereses de los hombres en el más allá y olvidarse del más acá y la dedicación de tantos sacerdotes y monjes en la sociedad, es decir, manos muertas para la economía y el progreso. La acusación de que el mensaje de la caridad habría entibiado a los ciudadanos romanos en la defensa de las fronteras y en las cualidades del ciudadano romano; finalmente, decía escandalizarse por las herejías, falta de unidad, etc., entre los cristianos (pp. 5 y 6).